LOS LAICOS Y LA V CONFERENCIA DEL EPISCOPADO

LOS LAICOS EN LA RUTA ESPERANZADORA
DE LA V CONFERENCIA DEL EPISCOPADO

Los laicos no podemos quedarnos al margen de los alcances y desafíos que nos ha dejado la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe.

Se hace necesario, desde ya, tener una actitud expectante de cara a la publicación del Documento Final que próximamente saldrá a luz pública. Será una brújula muy necesaria para todos los Agentes de Pastoral que palpitan en la vida diaria de La Iglesia.

En primer lugar, los laicos debemos reafirmar nuestro discipulado hacia Aquel que es el camino, la verdad y la vida: Jesús de Nazaret. Un discipulado cada vez más fiel, más maduro y más formado. Eso implica saber escuchar con atención al Maestro y desde luego a nuestros Pastores. Está ligado también un compromiso más sincero en nuestra formación eclesial; más integración a nuestras diócesis y por consiguiente a nuestras parroquias.

En segundo lugar, tenemos que constatar que todos somos y debemos actuar como misioneros. Debemos dejar el acomodamiento de una vida cristiana pasiva y empezar a “salir de nuestro espacio”; es decir a hablar de Jesús, Nuestro Señor, desde nuestra realidad y con nuestro testimonio de vida. Nos están invitando a movernos, a salir, a caminar, a no quedarnos callados de lo que hemos visto y oído.

En tercer lugar, se nos exhorta a hacer comunidad; una comunidad que presente los signos del Reino de Dios. Aquí juegan un papel importante todos los Movimientos Laicales, Comunidades Eclesiales de Base, Grupos Parroquiales, Nuevas Comunidades, etc. Es momento de hacer una profunda reflexión de los frutos apostólicos de cada comunidad, especialmente, poniéndolos frente a las líneas pastorales de Aparecida. Como laicos, no podemos caminar en una ruta distinta a la señalada y meditada (con la fuerza del Espíritu) por nuestros obispos. Esos dos ejes primarios de “discípulos y misioneros” deben atravesar la cotidianeidad de nuestros grupos seglares.

En cuarto lugar, se vuelve a plantear el compromiso ante las desigualdades sociales que viven nuestros pueblos, de manera especial ante los más pobres y marginados: niños, enfermos, discapacitados, jóvenes en situación de riesgo, ancianos, presos, migrantes, etc. Nuestra vida cristiana, tanto particular como comunitaria debe contribuir a acrecentar los signos del Reino en nuestra sociedad, buscando con caridad fraterna, la justicia y la verdad; realidades éstas que están animadas en la predicación de Nuestro Señor Jesús. ¿Y qué decir respecto de los desafíos tan grandes como la inseguridad, las maras, la corrupción, la globalización, el aborto, la desintegración familiar, y otros retos que saltan como grandes montañas delante de la vida del católico y católica de hoy?

Un acontecimiento como La V Conferencia implica necesariamente cambios en la ruta trazada; o si se quiere, una actualización de nuestro desempeño en el seno de la Iglesia, la familia y la sociedad. Los Agentes de Pastoral; o si se quiere: los lideres laicales de este mundo moderno, deben correr a toda prisa en busca de estas páginas pastorales, y delante de Jesús Sacramentado pedirle a Creador nos envíe Su Espíritu, para dar pasos firmes en la construcción de una mejor Iglesia y desde luego, una mejor sociedad. El reto está lanzado: ser discípulos y misioneros de Jesucristo, para que en Él, nuestros Pueblos tengan Vida.