LOS MARTIRES EN GUATEMALA
Pocos han caído en la cuenta que la Iglesia de Guatemala es una Iglesia Martirial. Son muchos los hombres y mujeres que engrosan la lista de desaparecidos y asesinados, que bañan con su sangre de mártires la historia reciente de este país.
Hay casos emblemáticos como Mons. Gerardi Conedera, asesinado el 26 de abril de 1998 y el P. Hermógenes López Coarchita, asesinado el 30 de junio de 1978, pero la lista es increíblemente abundante: Fray Augusto Ramírez Monasterio, OFM, P. José María Gran Cirera, MSC, P. Faustino Villanueva MSC, P. Juan Alonso Fernández, MSC, y cientos de catequistas de diversas diócesis.
Cada historia, que poco a poco se ha ido desvelizando, es una mezcla de llanto, dolor, impotencia, valor y sobre todo, fe. Es una realidad que vale la pena mantenerla viva, de hecho, fue uno de los propósitos de Mons. Gerardi al promover el rescate de la memoria histórica REMHI que recoge con benevolencia los pedazos de vida de aquellos que murieron en defensa de los valores del Reino.
Con agrado recordamos que el fructífero CAM2comla7 celebrado en tierras guatemaltecas en noviembre de 2003, destacó tres signos concretos de nuestra Iglesia, al decir que tal Cenáculo Misionero era recibido en una iglesia pobre, sencilla y martirial. Ejes éstos que penetraron en los más de tres mil participantes de toda América y que regresaron a sus países, orgullosos de haber pisado una tierra bañada con la sangre del martirio.
Con especial afecto debemos recordar las palabras escritas por el mismo Papa Juan Pablo II el 2 de diciembre de 1984, cuando contempló el testimonio de fe de los cientos de catequistas que ofrendaron su vida. Se dirigió así a nuestros obispos: “Me inclino con reverencia ante el sacrificio de estos humildes y valientes trabajadores de la viña del Señor, en vuestras ciudades y, sobre todo, en vuestros pueblos, a los cuales ha sido dado no sólo creer en el Evangelio y proclamarlo, sino que han llegado a derramar su sangre en el servicio a la Palabra de Vida.”
Por su parte, Mons. Julio Cabrera, obispo de Jalapa, quien a la vez fue obispo de Quiché, y gran promotor y defensor de la Guatemala martirial, nos hace ver que “el martirio significará siempre la opción más radical por Jesucristo, el mayor acto de amor a los hermanos, el signo más claro de madurez en la fe de una persona y de una comunidad que es capaz de tal donación, la palabra no pronunciada que más fuertemente habla de Dios, lo más parecido a lo que Jesús hizo por nosotros al darnos su cuerpo entregado y su sangre derramada en la Eucaristía. (TESTIGOS FIELES DEL EVANGELIO, CEG, Pág. 10)
Que estas verdades propias de nuestra Iglesia guatemalteca, nos detengan un momento en las carreras (y posible rutina) de cada día, para unirnos al sueño del mismo Mons. Gerardi, de construir una Guatemala distinta, a la luz del Evangelio de la Vida.
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Mar Oct 28, 2008 4:50 pm